Alberta Pía Jiménez llegó a Buenos Aires con el objetivo de convertirse en alguien. Alguien era una cualidad que ella atribuía a todo aquel digno de ser publicado: deseaba algún día poseer una vida que pudiera ser leída por otros. Alberta Pía desconocía el mundo que se desenvolvía entre las redes, puntos y redes que conformaban la internet; su imaginario se debatía entre los libros de Cortázar y García Márquez, Tolstoi y Dostoievsky, Allen y Bukowski; soñaba con alcanzar un amor igual de entregado (así como desprendido) que el de Sartre y Simone, se reía con Girondo, alcanzaba el clímax con Bataille y tocaba apenas con sus dedos la muerte al leer a Pizarnik...
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Alberta Pía había venido desde la periferia hacia el centro, sin saber que el centro poseía su propia periferia y que solamente hasta esos espacios ella llegaría. Instalada en un quinto c, monoambiente sin balcón y con una sola ventana interna desde la cual se podía ver la ventana de lo que sería el quinto b, Alberta Pía se sentó frente a su computadora. Mientras se tomaba unos mates comenzó a navegar a través de los ríos acaudalados de palabras, páginas y colores que se desplegaban en su pantalla. La noche entera se sucedía, el mundo dormía, y ella maravillándose con ese otro mundo...
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Al llegar la madrugada dejó su puesto frente a la computadora, se acercó a la ventana y con una sonrisa observó cómo su vecino del cuarto b acostumbraba dormir con la televisión encendida:
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Aberta Pía estaba feliz, era una mujer publicada.
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Así fue como Alberta Pía Jiménez, se convirtió en un blog.
1 comentario:
Asi como la historia se entreveraba en la vida de aquellos jovenes... Asi como encontraban similitudes entre las palabras y las estrellas...Asi comenzaba el viaje de los escribientes pseudoanonimos.
(Los arboles y Los hombres)
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