lunes, 22 de septiembre de 2008

y en el final serán tan sólo palabras...

-¿Entonces te vas?
-Sí.
-¿Y a dónde vas a ir?
-Todavía no sé.
-Pero entonces no te vayas todavía.
-Es que no puedo evitarlo... Tengo que salir...
.
Alberta Pía abrió la puerta y salió a caminar sin un rumbo claro. Las ideas y sensaciones se debatían adentro de ella. Ya no recordaba la última vez que alguno de esos debates había llegado a una conlusión clara: sólo existían la confusión y el hostigamiento. Y ahora, sola, andando las calles: el desarraigo y la incertidumbre. Pero también el éxtasis ante lo desconocido.
.
En los últimos meses Robertino Andrés se había convertido en su único amigo-amante. El tiempo pasado yendo del 4to C al 5to C había sido intenso: un gran sueño sensual y romántico que la había mantenido guardada. Pero ahora ella necesitaba salir, seguir explorando...
.
El movimiento era necesario. Esa era la razón por la cual había venido hacia la ciudad: deseaba vivir sumida en un mundo compuesto por el cambio.
.
Caminó y pasó por la puerta del bar de Roberto. Ya hacía tiempo que no entraba. Se sentó a la barra y pidió un vaso de vino.
.
Percibió el tiempo: ese tiempo que se movía tan densamente que parecía empezar a detenerse. Alberta Pía sintió el final: El final de algo, lo que en sí no significaba el final de todo.
.
-Hace tiempo que no te vemos por acá, piba.- dijo Roberto mientras salía hacia la cocina.
.
Alberta Pía no contestó. No tuvo tiempo de contestar: el hombre se había movido demasiado rápido. Pero si hubiera podido hacerlo hubiera dicho: "Es cierto", queriendo decir algo así como que hacía tiempo que ella no se veía a sí misma.
.
Miró por la ventana y lo vio pasar. No salió corriendo a buscarlo ni atinó a levantarse de la silla. Sólo suspiró y permaneció en paz. Ella sabía que ese hombre le gustaba: Robertino Andrés era uno de los amores de su vida. Pero ella misma era la mujer de su vida; y ahora necesitaba estar sola.
.
Alberta Pía permaneció sentada largas horas. Luego salió a la calle y volvió a su casa. Al entrar a su departamento percibió la soledad de los objetos. Se acercó a la ventana y, como siempre, observó el televisor del 5to b prendido incesantemente: Esta era su cotidianeidad y ella la había olvidado.
.
Entró a la cocina y puso agua para un té.
.
Prendió su computadora y se sentó a escribir: había dolor, pero había paz...
.
Así fue como Alberta Pía Jiménez abrazó la soledad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Recuperamos. Perdemos.
a veces hasta recuperamos lo que perdimos.
visceversa... mejor no pensar.
Una idea de estar, miles de formas de pasar.
Cuando me desangré no tuve tiempo.
Cuando volví te habías ido.
Cuando me di cuenta, fue hermoso... fue pasado.